Mi pensar no tiene una lengua materna y es sólo una sucesión de traducciones, de desplazamientos, de adaptaciones a condiciones cambiantes.

domingo, 22 de mayo de 2011

SER GATO EN AMSTERDAM


Un hermoso felino reposado sobre la mesa, entre las rodajas de tomate, el pan, el jarrón con los tulipanes... Espiar a través de las ventanas se torna una indecencia inevitable. Los enormes ventanales, desnudando con toda la claridad el interior de las habitaciones, dejan penetrar las miradas hasta en los detalles más íntimos de la cotidianidad, escarbar entre los libros abiertos sobre las mesas, remover las sombras bajo las lámparas, rebuscar en los fregaderos y entre las arrugas de las camas deshechas. Me siento cohibida por la moralidad cristiana que pone en evidencia al que se siente avergonzado por mirar y no a quién no se esconde detrás de las cortinas.

Lo que nos hace diferentes es el lugar donde nos ha tocado aprender a convivir en el mundo.


El desafío ante la escasez del espacio vital lleva al ingenio y unas formas de organizar la convivencia que sitúa a los holandeses en la vanguardia de la respetuosidad y cortesía.








El porche impoluto y un gato sentado delante de las puertas de una casa flotante dan entrada a un singular albergue gatuno. Manera ciertamente exclusiva para vivir. Exclusivamente para los gatos callejeros.

Espero que en una de sus siete vidas mis gatos transiten por esos parajes.